Ven. Atrévete a cruzar el río que sacude,
y trae contigo las cuentas de agua de colores
con las que jugábamos al alba.
Ponte el hábito de humo que lucías
echado en el follaje de bosques en la lluvia.
Yo elijo octubre para que vengas,
porque en octubre estarán las mariposas
maduras para obsequiarte
hasta que el aire las atrape,
y las transforme en una sola palabra,
hasta que en mis ojos
siga cayendo la avidez del instinto,
y se hayan limpiado o no
de sus maravillosas visiones.
Ven, lejos del castigo que nadie percibe,
pero tú sí, porque el castigo te conoce
como alguien que ha pactado en secreto.
Cumple entonces con el cometido.
Saca ese cuchillo de las doce,
y con dulzura pero con impiedad,
clávalo allí,
donde mis audacias fueron múltiples,
donde tengo más dolor que corazón,
y despliega mi cuerpo
en el momento más anónimo del amor.
G.C.
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