Yo intento comprenderte y no consigo,
mirando en derredor, ver la respuesta
de la vida. Subiendo voy la cuesta
deseando algún día estar contigo.
El alma para ti está presta;
mi razón se convierte en mi enemigo,
me pone vallas al buscar tu abrigo,
haciéndome difícil esa gesta...
¿Porqué, Señor, me hiciste inteligente;
tan torpe para resolver mis dudas
que no dejan de atormentar mi mente?
Te prometo que nunca seré Judas
y que, el día feliz que yo te encuentre...
eterna devoción, plegarias mudas.