Hoy convertí la guerra en poesía
y una bala la transformé en una flor.
Los soldados eran labradores de unos campos tapizados de algodón
las granadas eran perlas
las esquirlas suave brisa
y las bombas eran lágrimas de esas únicas felices del perdón.
Esa guerra me gustaba mucho mucho
digo yo cuando escribía
y un cuartel era una casa con jardín alrededor
el sargento por supuesto era un cerdo
(aquí el sueño se me agitó un poco)
una bestia sin destino
bien glotón
y asesino
y la sangre era un gallo que cantaba
a mi humilde parecer
muy madrugador
y lo hacía solo con la idea de estar
a la vera de tus sábanas
en donde te agitabas
y gemías
y la guerra continuaba
tan hermosa tan amada.
Esta guerra en definitiva era preciosa.
Y fue poesía mientras iba ensimismado
por los surcos de mi arado
abstraído del dolor
por haber un día matado
sin tener una razón.
Al amor.
Esta guerra era divina ciertamente
y es por eso que escribía y sentía
yo con ella la perfecta comunión
de mi vida y la pasión que yo tenía.
La poesía
que era mía y solo mía para siempre
y siempre
le voy hacer el amor como el primer día.
Igual que hoy.