Para qué querría ahora yo
que volvieras de tu muerte
voluntaria, corazón ajado
por los años que pasé sin ti,
cuando de mis manos cansadas
ya no recibirías las caricias
de antaño. Ni de mi boca
los besos que te di serían
como aquellos en los que
mi alma se me escapó para
dejarla en ti. Porque a fuerza
de olvidar tu rostro no recuerdo
como era, ni por la huella
de los tiempos si te viera
sería capaz de reconocer
tus ojos ni tus labios, como los vi.