Un sendero trillado fue descubierto
por un solitario caminante
y cuando se detuvo a mirar al cielo
escucho un canto tan resonante
que su corazón latió con fuerza
al ver un ave noble y amable.
Mientras seguía el curso del ave
vió que la alondra no estaba sola,
un ruiseñor acompañaba su canto
y seguía cada una de sus notas.
Tan fieles compañeros no han existido,
su reino en el firmamento estaba,
la música en sus voces fue un hechizo
para el extraño caminante que las miraba.
Las aves se posaron sobre él
y extendían sus alas contra el viento,
el caminante unió su corazón al de ellas
y dejó atrás todos sus miedos.
Cada árbol en ese iluminado bosque
veía la pasión en la música de las aves.
El ruiseñor la madrugada anunciaba,
la alondra adornaba las tardes.
Un viento soplo con fuerza
una fría y helada noche,
el caminante se acogió al ruiseñor
y su canto tranquilizó al hombre
mas la alondra sola quedó
feliz de ver el amor entre los dos.
Al llegar el día siguiente
la alondra canto de nuevo,
el ruiseñor se quedó dormido
y en ella se escuchó la voz de un trueno.
Tan magnífica fue su melodía
que el agua de los ríos dejó de correr,
la corriente de aire frenó su curso
y el sol quiso volver a nacer.
El caminante despertó y escuchó,
hubo un derrumbe de sentimientos.
Una hermosa casa el construyó
y en ella puso a habitar al ruiseñor
para compensar el hecho de su partida
y que se llevaba su fiel amiga.
El alma del caminante sería feliz
con la eterna compañía de un ave majestuosa,
necesitaba una voz potente
y eso solo lo tenía la alondra.
Paso a paso se alejó del bosque
con su acompañante en el hombro,
el ruiseñor los miró a lo lejos
sintiéndose abandonado y muy solo.
Sus sentimientos jamas murieron,
las estaciones fueron testigos de su dolor
y cada mañana alguien se pregunta:
\"¿Qué fue del canto del ruiseñor?\"