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A mi sofá lo quiero porque no me reprocha las huellas que le he dejado,
porque me acepta sin preguntas cada regalo que la noche me depara
y me ofrece su calor sin importarle cada calor que llega
A mi sofá lo quiero porque calla ante las novedades del hado.
Es el cómplice tacirtuno de mis devaneos amatorios
y tiene dibujada cada sonrisa que ha encontrado en él
su refugio junto a mí.
A mi sofá lo quiero por amplio y generoso
porque no me reclama con celos ante la variedad que le concedo
me sirve siempre de bastidor para mis pasiones
y ampara todas mis confesiones carnales.
A mi sofá lo quiero porque acoge siempre sosegado el nuevo timbre de voz
que ha de guardar discreto entre sus espumas,
resignado a seguir siendo el fiel y mudo testigo de mi vida.
A mi sofá lo quiero por celestino.