Izandro

Una Flor en la Soledad

Hay arena en mis sandalias,

arena de un camino,

que aún no he andado;

hay susurros discretos en mi alma,

de los labios que aún no me han hablado,

y hallo en la letanía de la distancia,

tu mirada risueña,

que me dice y me recuerda, cuanto me has amado.

 

Siento nostalgia de no estar contigo

y de no acompañarte en tu viaje emprendido,

siento frio en mis entrañas,

al sentirme solo y casi vacio,

y siento desgarrada el alma,

al pensarte… y no hallarte conmigo.

 

Dicen que la noche es como un sueño,

y que las estrellas son tristes historias

de secretos que se llevan el alma;

dice la gente que el tiempo cura todas las heridas,

pero nadie te dice,

cuanto tiempo aquello te lleva,

el sanar mi herida secreta,

el sanar mi sonrisa muerta,

el  sanar mi alma herida…

 

Hay un silencio extremo

y muy poca luz en mi sembrío,

tengo un páramo yermo, y el agua…

ya casi no da vida,

más ese silencio extremo, se ha roto de pronto,

y mis lágrimas han sembrado un cauce liviano,

un tibio rio de esperanzas,

donde ha nacido un poco de vida.

 

Veo luz en tus ojos y de ellos un dulce brillo,

dulce como el viento de primavera,

húmedo como tierna brisa de verano,

que aromada como dulce hiedra,

luce ardiente como toda sensible palabra.

 

Hoy no hay arenas en mis sandalias,

ni mis labios están ya más callados,

hoy no siento frio, ni desgarro en mis entrañas,

ni silencios que rompan el vacío;

hoy no hay páramo yermo

ni pierdo la mirada en el extremo vacío,

hoy no siento frio,

hoy te siento a mi lado,

hoy has calmado todas mis hambres,

y mis penas ya se han ido,

hoy me siento al pie, de este naciente sembrío,

donde brilla tu amor,

y donde la luz... de la única Flor que sembraste,

le da aliento a mi cansada vida,

y donde cada palabra silente que callaste,

es ahora una nueva semilla;

hoy nació una Flor,

en medio de la soledad,

Aquella… que me dejaste.