Mi querido niño... pequeño... chiquito...
el día me encuentra las manos vacías,
no es que no “te quiera” o no me haya acordado,
tú eres lo “más grande” que tengo en la vida.
Eres la ternura con la cara sucia,
pelo revuelto, los pantalones rotos
y aquella ilusión dulcemente escondida
en los bolsillos llenos... de todo un poco.
Eres la emoción volando un barrilete,
eres la risa subiendo al tobogán...
la melancolía pintada en tu rostro
por las lágrimas que acaban de rodar.
Estaba pensando... ¿Comprarte un regalo?
¡algo muy valioso, único y especial!
¡algo que dibuje el asombro en tu cara!
¡te haga abrir los ojos! ¡reír sin parar!
Pero sólo puedo ofrecerte mi tiempo,
“el que casi nunca tengo para dar”
el tiempo que reclamas para que escuche
o para que te lleve hasta algún lugar.
Puedo ofrecerte un poco de fantasía,
tal vez un cuento inventado por los dos,
buscando al niño que fui un lejano día...
dentro de este viejo y pobre corazón.
Te propongo olvidar por hoy mis problemas,
el cansancio, el tedio y todo lo demás,
a cambio de un beso, de un abrazo fuerte
y que me permitas contigo jugar.
Mi querido niño... pequeño... chiquito...
a veces me pareces... casi un gigante,
tienes ese don de ver las cosas simples,
que yo ya no miro porque “soy tan grande”.
Mi querido niño... pequeño... chiquito...
a veces tengo miedo y no encuentro el rumbo,
porque a ésta realidad le falta un sueño:
DAME TU MANO PARA CRECER JUNTOS.-