Te escribo estos versos,
hermana y amiga,
para darte fuerzas
(te veo vencida).
No me creo nadie,
pero se precisa
alguien que te ayude
si estás abatida.
Cuando nos llamaron...
¡Oh, cuánta alegría!
pero... las espinas...
y el camino es largo...
(Tú también entiendes,
tú también te enciendes
¡con el fuego sacro
de la poesía!)
Te escribo estos versos
y tal vez consiga
darte el suave empuje
que encienda tu lira.
Eres delicada
no aceptas elogios
ligeros... banales,
no aceptas mentiras,
Deja que te cuente
mi historia escondida,
¡a mí también el miedo
suele hacerme trizas!
Tú también entiendes,
tú también palpitas
en el flujo fuerte
de la poesía.
Hermana querida...
mi carta no tiene
nada extravagante,
rimas escogidas...
Mi carta es muy breve
no pienso las frases,
salen de mi estro
como una bandada
de aves errantes
que estaban dormidas.
Yo te amo, mi hermana...
te necesitamos...
los locos habitantes
del mundo dorado
de la poesía.
(Tú también me entiendes...)