Lleva la lujuria prendida a las caderas,
tensando cuerdas invisibles
que intentan virtualmente detenerla;
pero ella…
ella desanuda los adoquines
poniendo seguridad al ruido de sus tacones
soportando el asedio con orgullo contenido.
La mañana se desgaja sobre la calle
y diciembre huele a hembra…
a hembra que alienta,
decorando con curvas las ansiosas pupilas.
Ella, se aleja
suscitando toda suerte de miradas arrobadas.
Calle abajo, se siente aun el taconeo,
la fragancia inquieta,
y se adivina la silueta hermosa
plagando de sueños las vidas perdularias.