Miro cauteloso el cielo para esperar un vestigio,
una luz ensordecedora impotente en la realidad,
transformadora de ensueños,
que cargue con la fantasía y la eventualidad,
de viajar completamente en pensamiento
y que mi cuerpo aparezca a tu lado,
tomarte de las manos, acariciar tu costado,
dejar libre mi beso desesperado por encontrarte,
por recordarte,
mis labios tiemblan de frio,
la ausencias de tus besos me está matando,
mi cuerpo ansia ya su otra parte,
se siente solo y cabizbajo,
mi corazón late al saber que es posible
de nuevo encontrarte,
y se mantiene, resurge,
y siente una brisa cálida al recordarte,
un estremecimiento que invade mi cuerpo,
mi ser, y se escabulle en un suspiro de aire impaciente,
por cubrirte y besar tu frente,
tomando tu esencia que es mía,
dejando la mía en ti,
son las noches frías de invierno
en las que me pregunto ¿dónde estarás?,
estas noches gélidas que conspiran con la soledad,
en las que la luna me acompaña
y las estrellas me consuelan,
me dicen que te ven, que adornan tu cabeza,
que no me preocupe, que en mi piensas,
que no me olvidas y que también esperas
ansiosa encontrarte en mis pupilas,
y desvanecerte en mis brazos,
reposar sobre mi alma,
devolverme la calma.
¿Dónde estarás? no lo sé,
pero yo te estaré esperando
y si tú sientes lo mismo,
entonces creo que los dos estamos más que cercanos.