Vicente Martín Martín

Quién lo iba a decir...

Quién lo iba a decir, una muchacha
tan tonta como tú, un punto frívola,
superficial,
vesánica,
una mujer
de hermosura imposible va y se duerme desnuda en mi sofá.

 

Pongamos que yo fuera tu amante,
que te hubiera llamado con la excusa de decirte al oído
que me estoy acabando y necesito agarrarme a un clavo ardiendo,
que se ha hecho de noche y no hay luz en la escalera,

 

supongamos incluso que hace frío,
que tus padres no cogen el teléfono
y no está nada bien
que una chica tan tonta como tú deba pasarse
la noche a la intemperie,

 

pongamos todo y más, que ya no eres
la chica con las manos de araña que bailaba en las nubes
ni la imbécil del barrio con quien nunca había nada de que hablar.

 

Pero ahora que estás
tan alejada de ti con ese aspecto de diosa babilónica
y me fijo que existes,
que no eres
la chica de las piernas obtusas y mirada mohína
sino un ser de este mundo con su cuerpo de velas desplegadas,
ahora
ya no sé qué decir y se ha acabado el café,
cierro los ojos
y sé
que justo en este instante es cuando empieza el poema.