Disculpe joven si andando -por este camino largo-
lo distraigo de su marcha, de su paso emancipado,
y le robo unos minutos contándole mi quebranto:
en esta senda, hace poco, caminaba de mi mano
un aprendiz de mi vuelo en el que yo había volcado
mis añosas esperanzas y mis sueños malogrados.
Una tormenta implacable, un día triste y malsano,
nos azotó sin clemencia y nos apartó de un tajo
dejándome incertidumbre y a él mortal desamparo.
Desde entonces, llevo sombra en mis sentidos
y en mi pecho la ternura es sólo un recuerdo vago.
Disculpe si lo molesto, pero es que en sus ojos capto
el brillo aquel que él tenía cuando marchaba a mi lado...
Siga joven su camino, y si encuentra a mi muchacho
cuéntele que voy errante sólo por él preguntando
y que daría lo que tengo, y un poco más -si lo gano-
para volver a fundirme en el calor de su abrazo;
dígale que tengo miedo que no me alcancen los años
y la muerte me sorprenda buscando, siempre buscando.