En la cama era igual que un domingo sin misa,
besarla era como jugar con la suerte,
ingenua e insidiosa como el disfraz de una sonrisa,
caótica y dulce como la misma muerte.
Y me quise enamorar del lunar de su boca,
de la forma en que su mano mi espalda toca,
me prometió en la cama donde no duran las promesas,
donde nunca existieron las bellas princesas,
yo que no comprendía el juego de una noche,
a veces la miraba con cierto reproche,
le hablé de mi sueños, mi soledad, mi vida,
y a cambio de eso me dibujaba despedidas,
lo bueno es que ella no se quedo demasiado,
lo malo que el amor de motel tarda en ser olvidado.
Y me dejo una excusa barata en el espejo del baño,
una cama desnuda con sabanas sabor a pecado,
un mapa de su cuerpo, un mechón castaño,
y el amor en un adiós después que me haya dejado.
Tampoco trate de retenerla y venderle un sueño,
fue imposible amarrarla a esos amores eternos,
porque nunca quiso llevar un cartel “tengo dueño”
porque le gustaba mucho más ser los cuernos.
Hoy ella me enseño que en la guerra del amor
siempre pierde aquel que busca lo mejor,
que olvidar es un viaje largo sin pasaporte,
y que en la mentira uno encuentra el soporte.
Lo bueno es que ella no se quedo demasiado,
lo malo que el amor de motel tarda en ser olvidado.
Las Mercedes 7 de junio 2012