Se busca con urgencia,
Oídos como puertos,
En los mares que he callado;
Un par de tímpanos
Que reciban con paciencia
Las palabras naufragando.
Se busca, con o sin experiencia,
Unos brazos como cuarzos,
Con los que hacen limpias
Y alejan desgracias;
Un par de cuerdas,
Como amarras y guías
Para el títere de mis brazos,
Mi inanimada existencia.
Se busca con zozobra,
Entre la lágrima y el sexo,
Unos labios con brújula
Y plegados en convexo,
Para asirme con precisa
Y discontinua maniobra.
Se busca, con miedo y locura,
Unos ojos de zafiro,
Como cielos de mi pensamiento,
Para cubrirme en la espesura
De mis cuentos y mi delirio,
Provocados por su faz y comisura.
Se busca, y no se encuentra,
Una voz de canario,
Y violonchelo,
Que cante a diario
Y me quite el sueño;
Para con ese arrullo y cantata,
Dormir al mismo demonio,
Que por insomnio
Me roba la esperanza.
Se busca, con o sin memoria,
Una piel que guarde secretos,
Que se convierta en mapa
Y también en perdedero,
Para mis manos, mis versos,
Mi picardía y mi cruel etapa
De la más dulce melancolía.
Se busca, más por costumbre
Que por osadía,
A quien el silencio
Transforma en sinfonía;
A quien, por simple deslumbre,
Las noches le parecen días,
Y mi cansino rebuscar
Le parecería,
Lo que ella había estado buscando
Desde siempre, por suerte
O por simple urgencia.