El agua que corría por el río
las hojas ya caídas arrastraba,
era aquella corriente que pasaba
cual la huella del tiempo ahora tardío.
Cubrió a mi piel sedoso escalofrío,
a intenso sentimiento cobijaba,
entendiendo que el agua que escapaba
corría hacia un espacio antes vacío;
el lecho que aquel cauce recorría,
marcó su transcurrir accidentado
por planicie y pendiente, en serranía.
En tanto el corazón se estremecía
pulsando con latido consternado,
pues el mayor secreto comprendía.
Intrépido el torrente proseguía,
fluyendo en su avanzar determinado
al tiempo que sus ansias revolvía.
Así mi sentimiento que advertía,
de pronto entendimiento iluminado
en nueva sensatez reverdecía.
Comprendí que la vida, igual que el río,
indefectible e inquieta avanzaba;
que el tiempo de pasar, nada esperaba
y vivir el ahora es desafío,
que a lo ido es imposible hacer desvío,
que lo hecho en el pasado se quedaba,
que el futuro seguro nunca estaba
y que vivir del hoy, es juicio mío.