Embarrada música bajo andante
que a paso de macho te va cantando
lo que día a día ella está penando:
melodía y contrabajo flotante.
Música de nuestro Río brillante
que armonías te va desempolvando;
que en milongas va a estar siempre sonando
cada vez que haya un porteño asonante.
Poesías de lo más inframundo,
del imposible universo alma humana;
el posible no futuro en el mundo
y la vejez que amenaza temprana.
De eso cantaban Pichuco y Edmundo:
del amor y nuestra luna profana.