Perdido en el naufragio del mundo,
revolcado por las olas del odio y la desesperación,
cansado de tanto luchar;
llegas a mí.
Como un último aliento de vida me invitas a levantarme,
como un rayo de luz en la más absoluta oscuridad me animas a seguirte,
como un príncipe por su amada me llamas a luchar.
¿No comprendes acaso, que me he resignado a morir?
¿Por qué siempre vienes cuando ya todos se han ido?
¿Por qué me atormentas cuando todo lo creo perdido?
¿Quién eres tú que te disfrazas bajo el nombre de Esperanza?
Que quiere sacarme de mi sepulcro,
dócilmente aceptado.
¿De qué flor es el néctar que me das a beber,
para no sentir mis heridas pasadas?
No las heridas físicas sino las del alma.
Ese néctar que cuando todo se hunde a mí alrededor
me mantiene valiente y seguro
que mañana será un día mejor.