Tengo el cuerpo como un campo de batalla,
donde han anidado en cada ladera,
vestigios de plomo y acero,
y donde se han marcado heridas
de silencios y lamentos,
nacidos en esta paz muerta.
Soy el mudo testigo,
de los terrenos que se han perdido,
soy el mudo testigo,
de cada colina que haya sido tomada.
Siento un arma sobre mis hombros,
y pertrechos de soldado en plena guerra,
soy palabra escrita en los caminos,
de cada batalla que se ha quebrado.
Y en este extraño laberinto,
pienso en cada herida
que han abierto mis palabras;
y resiento el dolor de cada sangre,
y de cada lamento ahogado,
y entonces, me vuelvo un doliente,
de cada cuerpo que no me pertenece.
Hay un campo de batalla,
donde mi cuerpo es la Bastilla,
un campo donde los silencios,
le disparan fuego a las tenues almas,
y donde las palabras blancas,
no tienen ya sentido.
Mi cuerpo es un campo de batalla,
donde tus manos sanan mis heridas,
mi cuerpo es un campo de batalla,
donde tus palabras,
son mi refugio... y mi cobija.