Se hacia tarde, la noche
Comenzaba a despertar, saludaba
con sus manos negras
y su luna de cristal.
Yo aceleré mi caminar
dejando al silencio del ocaso
una melodía monótona
entre las piedras y mis pasos.
La mente vacía,
el corazón desolado y
el camino hacia mi casa
solo retorno de lo andado.
Las farolas que se encendían
con su tímida luz,
parecían sobre el atisbo del
sol
Pequeñas estrellas del sur.
El rápido caminar
anulaba mi visión,
cabeza inclinada y sonrisa muerta
absorto en aquella dirección.
Pero el aire, ¡aquel aire!
me trajo un aroma,
supe entonces que no era solo
olor que el viento asoma...
Giré mis ojos y allí
sola y pensativa estabas,
tus ojos no me querían mirar
pero se que tu corazón miraba.
Tus mejillas daban
mas lumbre que las farolas;
dos volcanes encendidos
junto a tu boca.
Tu pelo, aguas que caen
como una cascada,
oro fundido sobre tu cuerpo
que en el regazo descansaba.
Tus ojos dos astros encendidos
de infinito azul sus pupilas;
dos puntos en un universo
flotando a la deriva.
¡A contemplarte me detuve!
cubierto por las náyades
que al crepúsculo de la tarde
cubrían de oscuridad la calle.
Era tu rostro, cual
figura de nácar,
un blasón de timidez
feagil y mágica...
Un ¡todo! en aquel rincón
de la nada,
¡...la mas bonita del mundo!
con su cuerpecito de hada.
...y si salgo de las sombras y
balbuciendo hago por hablar,
pero no habro mi boca
y te lo digo al mirar...
...Y mis ojos dicen ¡te quiero!
pero tu boca aun dice...no,
lee como en un libro abierto
mis adentros y su intención.
¡Hazlo! ¡no tengas miedo!
pero no pidas a mis labios explicación...
que las palabras se las lleva el viento
y las miradas salen del corazón...