Cuando en ausencia
busco tus labios amor…
golpeo el umbral de la lluvia
única catedral que da paz a mi alma
bautiza mi nombre con su aliento
y va suavizando las cadenas con las que
arrastro las piedras de la tristeza.
Es la angustia propia de la espera
anticipándose al escalofrío,
al desguace del temblor y el suspiro
en nuestras bocas.
¡Ah! pero si llegas tan lleno de tormentas
como siempre, por un momento exacto
para repetir el nacimiento del día en plena tarde,
yo seré la fuente del sosiego.
Porque tus labios amor
vienen ardiendo en la rauda
diligencia de los vientos
el grito pronto en la garganta,
en tus párpados anidan
todas las palomas de alas leves
y por las noches despiertan
luciérnagas de farolas encendidas.
Tus ojos de mar
pequeños soles sumergidos
hortelanos de luces en mi vientre
recogen su red llena de peces y madréporas.
Tus brazos exigentes van derribando
las solidas mamparas de mi pecho.
Ay...tus labios amor... tus labios!
puñales de azúcar, abejas en llamas son
cuando vienen a mi oído
como un torbellino a pedir -ábrete pequeña mía-
como una fruta a punto de almíbar
¡estállame muy dentro! granada luminosa.
Y vuelvo a la calmada iridiscencia
del rocío en el silencio,
al sacro dominio de las piedras
para anotar en su costado definitivo,
que de tanto en tanto
otra porción de dicha está conmigo.
Alejandrina
Registro N°239.343