¡Ay madre mía! Qué mal me he portado contigo,
haciéndote llorar con mi rebeldía;
cuántas veces he sido testigo
del dolor que en silencio te consumía.
Desde que yo me vine de tu lado,
siento a todos los demás como extraños;
porque únicamente tú me has brindado,
ese cariño firme a través de los años.
Quise volver muy pronto a casa,
para implorar mil veces tu perdón;
sin pensar que el tiempo pasa,
dejándonos hondos pesares en el corazón.
¡Ay madre mía!... Qué solo estoy
sin tus consejos, ni tu compañía;
donde toda el alma me supiste dar.
José Alberto Laiton C.
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