Beso tus labios rojos
y vivo tan divino placer.
Beso tus suaves cabellos
y tomar su suave fragancia.
Beso tu anhelado cuello
y sentir la tersura de tu piel.
Beso tu suave cara
y trasmitirte mi calor .
Beso tus erguidos senos
y libar el néctar divino del amor.
¡Beso tu cómplice ombligo
y susurrarle para donde voy!.
Beso la suavidad de tus piernas
para hacerte estremecer.
¡Y así entre beso y beso!
Tomo de ti, el divino placer,
y sentirte entre mis brazos,
gloriosa y divina mujer.
Por Manuel Palacios.