Se frotan los cadáveres contra las paredes del camino,
De sus carnes brota sangres espesa como vómito y baba,
Se dejan llevar por el rumor de un camino y siguen sin descanso.
Las llagas de sus pies hacen las veces de sandalias,
Son almohadillas de perros viejos y cansados.
En sus mejillas hay surcos salados y mugrosos,
que corren invisibles hasta acariciar el suelo,
son el vestigio antropológico de ríos de lágrimas que ya no más.
Sus ojos a ratos parecen azules como el cielo,
Eso cuando sus cráneos giran por error al cenit,
Pero son blancos como leche o semen o una hoja de papel,
Sus ojos son blancos como la esperanza, pero están vacíos como el futuro.
A ratos caen los fríos cadáveres al suelo,
Y la tierra se los traga como si fueran carne fresca,
Solo ella les da el trato que merecen y buscan,
Pues el camino se extiende al infinito
Donde ningún pie a de pisar.