Decir de ti... de mí... de todo y nada.
Las palabras se ahogaron tras el tiempo,
tras los barrotes en aquella pequeña ventana.
Desde aquí obligo a la mirada a volverse lejana,
obligo a la boca a mantenerse cerrada.
Y sigo obligando a la muñeca de mi brazo
a no cargar sobre ella el tiempo,
porque éste solo se avalanza a la vida.
La vida que es larga cuando el silencio
habla y se vuelve suspíro;
viento que mueve el pincel
que dibuja las nubes en el cielo.
Las fauces del dragón se han cerrado,
se ha hastiado de comerse mis entrañas,
de deborarme como si fuese carroña.
Y los pies, aunque exhaustos de sostenerme,
avanzan rumbo al olvido con lo único seguro
que me ofrece eso...
La paz de haberlo tenido todo y nada.
H. S. S. 1/Febrero/2014