Cada tarde en el regreso,
vencido por la ansiedad,
sembraba la eternidad
en tu boca con un beso.
Era el delirio confeso
cuando en la cama te amaba.
Cada tarde yo libaba
cada tramo de tu piel
como si fuera de miel
el cuerpo que desnudaba.
Cada tarde compartimos
mil caricias excitantes;
entre orgasmos, jadeantes,
todo el amor ofrecimos
Amantes gloriosos fuimos
colmando la anatomía.
Disfrutamos la alegría
de nuestro encuentro sexual;
la relación sin igual
que el vivir, nos ofrecía.
Ahora que van las tardes
sin una huella de tus besos
temo imaginar regresos
pensando que no me aguardes.
¿Serán ideas cobardes
achacarte, así, el olvido?
Tal vez, nunca te he perdido
y puede que me conserves
entre frases que recuerdes
dichas, despacio, al oído.