Las sombras de la noche
avanzan insomníacas hacia el averno.
No son muchas pero se pierden
en la letanía del sufriente ante el destino
y se funden en una soledad monstruosa y compartida.
Tienen la boca llena de la hiel
y del veneno que mató a los reyes;
no saben de piedad ni de amores furtivos;
no distinguen las heridas del resto de la piel
podrida y blanquecina
y se acercan a las puertas del averno
con la esperanza que da el odio en las encías.
¡Corrompida humanidad!
La barca de Caronte es lugar de honestidad perdida.
Pagaremos tributo a los demonios
cuando los dioses vengan a buscarnos.
Jorge Leonardo Torrez
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