EPÍGRAFE
…11 Entonces El dijo:
Sal y ponte en el monte delante del SEÑOR.
Y he aquí que el SEÑOR pasaba.
Después del viento, un terremoto;
pero el SEÑOR
no estaba en el terremoto.
12 Después del terremoto,
un fuego; pero el SEÑOR
no estaba en el fuego.
Y después del fuego,
el susurro de una brisa apacible…
1 Reyes 19:11-12
Entró en el solemne recinto de una iglesia,
fue penetrando lentamente el silencio reverente
de los piadosos que postrados de hinojos
sobre los almohadones cubiertos de vinilo
los cuales, ex profeso estaban puestos
en las enormes bancas clericales de caoba.
Recorrió la roja alfombra extendida
desde el vestíbulo hasta llegar al borde
del crucero. Su padre lo llevaba de la mano.
Penetrando hasta estimular su olfato,
los perfumes de inciensos en sahumerio,
le quedaron tan profundamente impresos,
que aun le parece aspirar su aroma.
Pasados los años, un día salió corriendo
de un recinto así, impulsado por el regaño
de un intransigente cura que a punta de
patadas pretendía le confesara sus pecados.
Tiempo después, un día volvió, buscando
al dios que se escondía, detrás de los retablos,
de imágenes de vírgenes y santos. Y no lo halló.
Fatigado del camino, sediento y muerto
de hambre, alzó sus ojos a los montes
y a Los Cielos la voz buscando auxilio.
Una puerta se abrió dejando que saliera
la música y la danza de algunos que de tal
manera con cantos y gritos alababan a su dios.
Entró con decisión por esa puerta. Y buscó
agradar a Dios leyendo con devoción la
Santa Escritura sin dudar como Verdad
Suprema, guía para conocer Su Voluntad.
Y hacerla. Con obediencia ciega se dedicó
sincero a obedecer lo que se le pidiera hacer.
Creyendo a Dios hallado, salió a contarle
al mundo allá en las calles a llamar a otros
como él sedientos de consuelo y de saber.
Aquellos píos no eran sujetos tan solemnes,
festivos y sonrientes gritando a voz en cuello,
su apasionado amor por dios, pero vacíos.
Como nubes blancas sin lluvia ni gotas de rocío.
Años pasó devoto en tal recinto, clamando el
Nombre aprendido y que pensó era correcto
para invocar a Dios. Pero nada fuera de lo
común acontecía a pesar de tanta devoción.
Y preguntó en silencio: por qué. Dios mío,
te has vuelto a esconder de mis esfuerzos.
Indagó noche y día por la respuesta, ayunó
porque ni tiempo tenía de comer ni dormir
En su pesquisa, halló contradicciones, mentiras
encontró tradiciones y leyendas, pero no
hallaba a Dios. Con profunda vergüenza de su
parte, hubo confesar que aun llegó a dudar.
Subió con fatiga estoica montes, descendía a
las más aterradoras profundidades en sus dudas.
Revolvió libros y pergaminos buscando pruebas.
Pero nada encontró que fuera irrefutable.
Consultó con sabios y entendidos, farsantes
y espurios expuso ante su vista, a hechiceros
y mercaderes de la fe, que con sutiles morales
extorciones levantan sus imperios persiguió.
Pero él, seguía sin poder hallar al Dios Sublime.
Un día, el desconsolado miserable, detuvo su
pesquisa interminable. Y una voz susurrante
de su interior le dice: ¿Acaso has buscado en la
profundidad de tu interior en dónde estoy?
sábado, 16 de agosto de 2014
10:35 a.m.