Desde que la ví por vez primera,
sentí que el esplendor de su belleza,
iluminó mi alma vacía y desierta;
porque al contemplar esa sonrisa
tan dulce, tan divina y tan tierna,
yo me perdí en ella sin mayor espera.
Desde que la ví por vez primera,
llevo un inmenso nudo en la garganta
que me impide gritar lo que siento;
por esa niña linda, estoy llorando
en medio del más profundo desconsuelo,
que hace de mi vida un triste lamento.
Ya con mis ojos nublados de llanto,
y abiertos solo para verla un momento,
hoy confieso que por ella me estoy muriendo;
porque a pesar de este gran dolor
que me embarga por no tenerla,
yo la deseo con toda mi alma entera.
Y aún no encuentro la forma ideal
para decirle cuánto la sueño,
ya que la llevo muy dentro;
llena mi pensamiento todo el tiempo,
como una adicción de alegría y sufrimiento
que me sube desde el infierno hasta el cielo.
Por una niña linda, vivo acabado,
con mi suerte relegada al fracaso
y el corazón destrozado en mil pedazos;
por esa princesita hermosa, estoy desecho
de tanto que me aflige verla tan cerca,
y no tener a mi lado su divina presencia.
José Alberto Laiton C.
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