Para Záimar
Hoy la ciudad va a perderse
en el mar, falso remedio
para luchar contra el tedio
que la sitia. Quién ejerce
tanto influjo, quién retuerce
sus calles, su cruz, su emblema.
Quién coloca su dilema
en los rostros taciturnos
de caminantes nocturnos.
La ciudad es un problema
si la insensatez la arruina;
la ciudad pierde su sello
y el parque es solo un destello
de luces en una esquina.
Si la ciudad determina
perderse, huir a la mar,
de nada vale llorar:
es inútil detenerla,
resignarnos a perderla.
Nos corresponde aceptar
su decisión sin chistar;
somos culpables, por tanto
nada de invocar el llanto,
dejadla que llegue al mar,
ojalá pueda olvidar
en el agua su tristeza.
Si la ciudad vuelve ilesa,
cuando vuelva, por favor
bríndenle un poco de amor,
saluden con la cabeza
y no olviden: la ciudad
no es un montón de basura
aunque la vida sea dura
y más dura la verdad.
Aprueben su libertad
sin burlas, ni sobrenombres;
pongan a sus calles nombres,
no intenten otra salida;
en una ciudad perdida
no valen nada los hombres.