Cuando miro al espejo callado y traslúcido
veo a Heráclito sonriendo como orgulloso
de su eterna sabiduría; que al final
es además un conocimiento terrestre.
Pero cuando miro hacia el etéreo cielo
y veo a Parménides flotando inmutable
entre las sobrehumanas y blancas estrellas
pienso que al fin las paradojas son posibles.