Nacer… y desde ese instante,
recibir un obsequio importante.
Territorio personal, pequeñísimo,
pero trascendental, importantísimo.
De las manos generosas del que ES y SABE,
recibimos heredad que para todos vale.
Una propiedad sin cercos ni litigios,
eso desde ya, lo convierte en un prodigio.
Puede uno nacer sin fortunas,
en circunstancias bien duras u oportunas;
pero siempre se puede disponer de este legado,
es lo maravilloso de poseer un metro cuadrado.
Un metro cuadrado… así como lo escucha…
parece que en extensión, no es relevante ni mucha.
Más no debe uno subestimar su impacto,
si se aprende a manejarlo con suficiente tacto.
Las características buenas del metro cuadrado,
comienzan con movilidad para cualquier lado.
Hacia donde quiera, propiedad portátil,
lo hace conveniente, muy útil y versátil.
Significa entonces, que donde uno se encuentre,
letrero de “Salga de mi vida” o “Bienvenido y entre”,
nos confiere a todos el poder de reyes
y nos hace artífices de nuestras propia leyes.
Capacidad para gobernar y no ser gobernado
es motivo para estar feliz y muy entusiasmado;
y el ámbito de impacto que esta cualidad encierra,
gran valor confiere al arte de coexistir en la tierra.
La energía que se emane desde este territorio,
recibirá energía también, como boomerang en retorno.
Si se extienden los brazos hasta donde tenga alcance
puede prodigar abrazos o lanzar bofetadas, si hay chance.
Puede hacer visibles todas sus sonrisas,
y aminorar el paso de los que van con prisas;
o puede, en su defecto, mostrar su cara más agria
y vestirse de espanto, lúgubre, como en funeraria.
Puede abrirse al mundo como sol radiante,
o cerrarse como ostra, esquivo y petulante.
Y todo ese libre albedrío, por Dios otorgado,
queda evidenciado en un metro cuadrado.
Desde esa perspectiva queda todo claro,
la razón de las guerras, o la paz, yo declaro.
Respirar en un ambiente de aire puro o viciado,
depende de si se limpia o contamina el metro cuadrado.
Entonces, me animo a pensar un poco triunfante…
Si el pensamiento positivo es la voz cantante…
Si en mi metro cuadrado puedo yo alcanzarte…
Si soy buena y no mala y puedo en un cálido abrazo abrigarte…
Si mi rostro, por cerca, se hace bien visible…
Si con una sonrisa, iluminarte, es factible…
Y si un “te quiero” en la voz se hace audible…
Amable será tu vida y la mía, y ser feliz, asequible.
¡Qué bueno es tener, un metro cuadrado!
¡Y qué peligroso, cuando es mal manejado!
¡Qué responsabilidad implica tener la valentía,
de hacer valer tu espacio en la mayor cuantía!