Esta es una casa, enclavada en el Vedado, donde vive una abuela gordita, de pelito rubio y ojos grandes y expresivos.
En el desayuno la abuelita le prepara la jarrita de leche a Noa, y prepara un vaso de café con leche para su hijo y para ella.
La perrita Lala, espera impaciente a que le tiren miguitas de pan y así queda quietecita para dejarlos desayunar.
El desayuno transcurre con una conversación amena, agradable, casi siempre la que la lleva es Noa, contando sus historias, en la escuela, con sus amiguitas en el recreo; a veces la abuelita aprovecha para dar sabios consejos al hijo y a la nieta, aunque a ellos no les agrada mucho, pero ella cumple con alertarlos.
Esta abuelita, es muy gruñona, siempre está regañando a su hijo, que es grandote y fuertote, que se deja crecer la barba, negra, y los pelos de las cejas, para aparentar un papá de los libros de cuentos infantiles, un papá noblote, complaciente y cariñoso.
Sofía, la mamá de Noa, no se encuentra en Cuba, porque está en Oporto, Portugal, visitando a sus padres, sus hermanas, sobrinos y demás familia, pero ya está al regresar y mientras la abuelita gruñona, ayuda a su hijo y a su nieta, hasta que regrese Sofi.
En las mañanas cuando Ernesto y Noa salen para la escuela, la abuelita gruñona, le hace recomendaciones a su hijo como: que esté atento a la niña, que tenga precaución, que no vaya muy a prisa, etc.
La niña de ojitos color café, de abundante cabello castaño claro, largo; de dulce sonrisa y muy conversadora, se monta en la parte de atrás de la bici, (que es para tres personas) siempre sonriente y pícara; a ella, su abuelita gruñona, le dice: ábrele las alitas a la bici, aguántate fuerte y cuídate mucho, amor.
Así la abuelita se queda parada en el balcón de la casa, hasta que los pierde de vista.
¡Ah!, pero alguien acompaña a la abuelita en la despedida para la escuela; la perrita Lala, de color blanco con manchas carmelitas y negras, de nariz respingada y ojos soñadores; así es Lala, que tiene cinco meses y cuando se para en dos patas, se las pone en los hombros a la abuelita y ésta comienza a regañarla.
Así transcurre el día y cuando Lala olfatea a sus dueños, comienza a mover su cola y acorrer del balcón a la puerta y viceversa, hasta que los ve entrar y se vuelve loca de la alegría.
Noa se prepara para hacer sus tareas, después toma su baño, ve los dibujos animados mientras la abuelita prepara la comida.
Sobre las ocho de la noche se sientan a la mesa y a saborear la comidita que cocina la abuelita, a veces Noa gusta más, otras menos, pero se la come toda; después se lava sus dientecitos, la carita y las manos y va para su cama; entonces le pide a su papá grandulón que le cuente una historia, hasta quedar dormida.
Vero