Era un niño bonito, un poco inquieto un poco rebelde como todo niño, sus padres: un ingeniero que había tenido años anteriores como negocio familiar un burdel, su madre una campesina que había aprendido el oficio de enfermería sin título por lo que no podía ejercer y quizás eso la llenaba de frustración que desembocaba en el trato a sus hijos. El niño al quien me refiero, estudiaba en una escuela del barrio, no era un alumno brillante más bien corriente.
La escuela no contaba con todos los recursos para definirla como una escuela excelente. La directora era una mujer muy tirante déspota y de mal talante.
A mí me contrataron para enseñar danza folclórica y cuando vi la forma en que castigaban a los niños por el hecho de que en los ensayos se equivocaban, me arrepentí de haber aceptado ese trabajo.
El día del examen oral que era la última actividad del año lectivo y era la demostración de los conocimientos adquiridos por los niños delante de sus padres, muchos de ellos se destacaban, otros por los nervios quizás o porque en realidad no aprovecharon lo suficiente las enseñanzas, se equivocaban o no sabían que responder. Este niño se equivocó en todo, por lo que su madre optó por una actitud iracunda y lo lanzó a su hijo con todas sus fuerzas contra la pared, delante de los compañeros y de los demás padres. El sonido de su cabeza en el cemento fue muy fuerte, por lo que el niño lloraba más de humillación que de dolor. La directora en una actitud quizás peor, porque ella era la llamada para tranquilizar a la madre explicando que a los niños los traicionan los nervios, lejos de hacerlo gritaba: ¡AQUÍ NOOO...AQUI NOOO…EN LA CASA… EN LA CASA!!. Si en la escuela lo masacró nunca quise saber que fue lo que pasó en su casa.
Resultado: aquel niño creció con esa rebeldía mal encaminada y empezó a trabajar en centros nocturnos como bailararín del tubo, luego le pareció más rentable dedicarse a la venta de drogas. En el local del antiguo burdel de su padre y tíos. Vende todo tipo de drogas, la madre lo permite, su padre los abandonó y se fue a los EEUU. Desde ese local distribuye para todo el sector, y acuden a él vendedores ambulantes, estudiantes con la anuencia de su madre y de la fuerza pública que sabe lo que pasa en esa esquina y cobran por su silencio.
Quizás otra hubiera sido su vida si hubiera sido criado con el respeto que se merecía por parte de sus padres. Esa rebeldía la hubiera encaminado por vías positivas Pero él recibió el maltrato de las agresiones físicas y verbales, el de la humillación frente al mundo y buscó quizás culpables en la sociedad, o quizás se vengue de esa manera de una madre maltratadora, de una escuela con las mismas características.
El dijo “AQUÍ SI” y vertió todo su dolor en la venta de estupefacientes, el maltrato recibido no solo lo dañó a él sino a toda la comunidad de jóvenes que acuden a la esquna donde está ubicada su casa su antro, su cárcel, su odio.