Tú, ser esquivo;
sombra que se oculta con la noche;
habla, aunque mudas sean las palabras.
Allá, a lo lejos, bailan los cipreses
más acompañados que mi alma.
Tiembla y retiembla bajo mis pies el trueno
de una lluvia pertinaz hecha de lágrimas.
Hecha de toda remembranza.
Ya no sé si tú estas o soy yo quien te reclama.
Ahora, ¿yo qué sé dónde te encuentras?...
Que sé yo, que no sé nada.
Hace frío y me acaricia su mano
el hueco que se forma
en el centro de mi espalda.
Te has ido, como las golondrinas en invierno.
Y yo, que formo parte de esta urbe abandonada,
ando transitando lenta y trasnochada
con el sueño en los párpados, inexistente.
Llueve... Llueve y la calle está mojada.
H. S. S.