De la impresionante
melodía cotidiana,
los sonidos brotan
con la armonía que al
oído embelesa. Y a la
mente asombra.
La clavija sin moverse,
la cuerda tensa en la
longitud precisa para
sacar de ella afinada nota.
La cuerda vibra, al golpe
del martinete y la nota
se expande el tiempo
que tarda la sordina en
aquietar cayendo encima
de la cuerda que ya quieta,
su voz ahoga. La tecla activa
la maquinaria toda, y el
pedal lo mismo alarga el
sonido de la nota que lo apaga.
Mas toda esa perfecta sincronía,
sin las manos del Virtuoso,
que la provoca, es nada.
jueves, 21 de agosto de 2014
07:45 p.m.