Es lo que continuaba repitiéndome día a día , parecía que olvidaba tantas veces que había reído en compañía de seres queridos, y me intentaba convencer diariamente , que lo importante estaba aún más allá del cavernoso rio de sangre y oro que alimentaba al mundo .”Tic-tac”
Así es , me gustaba estar solo , o a menos eso es lo que creía , ¿Cómo? Aun no lo se pero conservaba mi vida, que me gustaba creer que era una buena vida, no feliz ,ni tampoco completamente triste “En conserva” , “en vinagre” , ¡eso es! , “avinagrado”. “Tic-tac “
Estaba en una especie de limbo donde al rasgar las paredes de mi estrecha prisión mental, olvidaba cuantas veces había dicho y escuchado “te quiero” , y refunfuñaba cada vez que mi mente soslayaba esa ocurrencia. La idea de no tener razón ,”tic-tac”, si , de ser un error, un error responsable de su propio fracaso , un templo de mediocridad y de tristeza labrado centímetro a centímetro por las manos que tocaban hacían y desfogaban mi lujuria, mi repudio y añoranza de amores perdidos ,de palabras no dichas , de hipocresía “tic-tac”. No podía enfrentar a ese monstruo que rondaba en mi cabeza, pues era el reflejo del sujeto dentro del espejo, era la Gorgona mítica degollada por Perseo “tic-tac”, pero viva bajo mi piel y estaba muerta en mis sueños.
Un péndulo temible me intimidaba con su frio resplandor yendo y viniendo, ”tic-tac” una y otra vez “tic-tac”, y mi frente llena de sudor hirviendo en el temor frio de no volver a ver el amanecer sin regresar a las cenizas del dolor. Estaba estancado, lo intentaba pero no podía avanzar y el pantanoso camino hacia la verdad se tornaba cada vez más tenebroso y lúgubre, casi como un cementerio colmado de niebla sobre las tumbas de los sueños olvidados. Estaba solo, completamente solo. Aun entre la multitud no encontraba en mí el sentido que la gran masa le daba a las palabras que amontonaban en cada oración ,susurros sobre algo tan vano como un diamante o de suma importancia como un brote de pino bajo la luna llena en verano, todo era gris. Aun los matices más tornasolados en el firmamento capaces de evocar lágrimas en el infante que algún día creí conocer, me parecían fríos, azules y purpuras y al final, vacío.
La oquedad de mis pensamientos me mantenía aislado y a salvo de complacencias y condescendencias rituales tan gentiles, seguía preguntándome con cada grano de arena que caía en mi reloj:
¿Qué es lo realmente importante?¿por que no puedo sonreír en verdad? Me repetía una y otra vez la misma respuesta.
“Debí haber hecho esto, debí aceptar, debí resistir, debí haber doblado en tal o cual esquina”. Odiaba saber que aunque tratase no podía engañarme, regresar en contracorriente no significa recorrer el mismo camino, nunca sería el mismo, parecía querer ahogarme en la húmeda melancolía de la soledad, y ahí en medio de la inmensa selva de urbanidad, me quede quieto, catatónico, llorando sin lágrimas , sin siquiera un gemido .
“Tic-tac” repicaba el incipiente sonido de la muerte y cada segundo me recordaba el por qué y cómo resulté ser un loco.
“Tic-tac” : la misma respuesta.
A.R.Z.