CUANDO EL SILENCIO HABLA…
Dulce despertar en mí, en esa mi soledad que es canto a la eternidad y va trazando el destino, no por no hacer camino sino por solo conmigo andar, al ritmo de los silencios que trazan el nuevo sino, a la sombra de un nuevo yo que descubre al mejor amigo que un hombre pudo tener, al abrigo de uno mismo…
Qué agridulce acontecer, qué amanecer sin trinos, qué silencio hecho mujer que se hace llamar destino. Los amaneceres rojos ya no son los antaño vividos, ni los rayos del dulce sol, ni la sed saciada entonces en las aguas de los ríos, ni siquiera el hambre de un cuerpo que no calman el apetito…
Alma de nuevo descubridor que se encuentra consigo mismo, espíritu conciliador que de la quietud hace bríos, Quijote contra gigantes que dejo al lado molinos, mirando cabizbajo y sórdido las piedras del camino. No es pereza, ni tan siquiera tristeza, no es apatía a la vida, es tan sólo necesidad de encontrar en la soledad al mejor de los amigos.
Comprendí al dejarme llevar que la quietud de los sentidos, no es mala ni buena, es una meta serena que se deja atravesar, sin polvo levantar y sin hacer ningún ruido, te acoge en su seno fiel y no revienta tu hiel con reproches desmedidos. Comprendí en mi soledad que el silencio también es amigo, que no miente ni utiliza y te deja ser su Testigo…
Autor.- Rafael Rivas.
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