Hace tanto que tus labios encendieron los mios,
que parecían hechos de roca fundida, de lava ardiente.
Después vinieron fríos inviernos que los dejaron congelados,
petrificados, atrapados bajo hielo impenetrable.
Así pasó el tiempo, hasta que el verano llegó de tu mano,
para liberarlos, para encenderlos de nuevo,
y ahora no podrán apagarse jamás.