Hágase, Señor, tu voluntad y no la mía,
Cuando dude en recibir el premio inmerecido
En vez de espina por el dolor en que he sumido
Al buen prójimo que solidario me extendía
Sus manos aceradas para que no me hundiera
En la tierra movediza de la selva obscura
Y no agradecí tal gesto de especial bravura
A quien su vida por salvar la mía expusiera.
Sé que mi conducta errática ha de recibir
No el premio inmerecido sino ejemplar castigo
Para expiar eternamente mis tantos pecados.
Sea, Señor, el juez que en mi contra ha de emitir
La sentencia justa teniendo como testigo
Mi indolencia, mi soberbia gris y mis enfados.