Tu voz envuelve mi carne
y mi alma se deshace
en el fuego cristalino de tu aliento…
El ébano errante acomete mi latido
en la oscuridad que sujeta
el rocío de mi sombra…
Mis dedos con un reflejo lácteo
salpican de luciérnagas tu saliva…
Y traduzco devota
los senderos ignotos de tu suspiro
atravesando tus estrellas…
Colonizo de tu mano
la inmortalidad del tiempo
y te contemplo peregrinando conmigo,
envenenados de sueños,
infinitos,
tocando los secretos del silencio
de beso y caricia vestidos…