Solo tenías que decir bastas. Para dejar mis dudas al borde del des quicio, para alimentar mi alma con un dolor inquino, para valer mi orgullo y optar por mandarte al olvido. No era necesario un “tal vez” que provocaría en mi un des quicio total, un des balance de mi ser, un dolor general en mí, un recuerdo permanente tuyo. No quería un sí, un sí que fuera falso, un sí que fuera un engaño.