En los pozos de mis ojos, donde ya no hay brillo,
se ahogan sombras rojas
y parecen naufragos del Aqueronte.
Hay una herida que iza una bandera,
y una serpiente se intoxica con su propio veneno.
Trato de eludir las alfombras de los crepúsculos
que intentan atardecer hasta la última flor de abril
pero una mujer eclipsa con su cuerpo
el camino por el cual quiero huir,
me detiene.
Ciertos recuerdos me envenenan.