Apagándose en el silencio
La voz perenne,
Opacándose en la fatuidad
De su propia existencia.
Cual saeta que rasga el cielo,
Así cruzaba en antaño
El universo de los pensamientos,
Más ahora reducida a reflejos fugaces,
Se ve encerrada en la oscuridad de su espíritu.
Terrible el destino que aguarda
A aquella voz entornada
Que alguna vez,
Cambio la voluntad de los hombres.
El astro lumínico revela
Las ideas marchitas
Del pensador frustrado.
La difuminada voz
Con nostalgia se lamenta,
A su destino se opone
Sin embargo, su fin no se pospone.