Jorge Andrés Gordillo López, voluntario activo a partir de julio del 2012 adscrito al Servicio de Jóvenes Jesuitas Voluntarios, ha trabajado junto con los migrantes en un taller de escritura y una campaña para impulsar la lectura dentro del albergue. Un eslabón fundamental para los migrantes fue la lectura del poema “La bestia” de Daniel Rodríguez Moya quien los acercó a la poetización de su realidad. Como resultado del taller, varios (as) migrantes han escrito poemas que narran el viaje que emprenden desde sus países de origen hasta los Estados Unidos.
La poesía se manifiesta en el migrante con la emoción de quien descubre el decir, de distintas formas no siempre con el uso correcto de la gramática u ortografía, pero si con el alma de quien anda y recorre, de quien vive la incertidumbre y la complejidad del hombre mismo. En cada verso de los poemas, se manifiesta la búsqueda del sueño y la continua incertidumbre del camino de la vida. La poesía se convierte en una batalla contra el olvido, hace presente la importancia y responsabilidad de cada hombre en el curso de la historia. Los poemas son escritos como una demostración de resistencia ante el exterminio y la expulsión que persigue al migrante centroamericano durante su viaje, sus voces se trasladan al papel con el fin de dar a conocer su realidad y mantener viva su existencia ante la inmediatez y opresión que existe. El hambre, el frío, la miseria y grandeza humana son los principales motores de los poemas, la sensibilidad del migrante describe como el hombre, expuesto ante la sobrevivencia se relaciona con la vida, la muerte y el destino de nuestra raza, ya desnudo de imágenes, simulaciones y mentiras.
Esta selección de poemas hecha por Jorge Andrés Gordillo López fue escrita por los migrantes en su estancia en la Casa del Migrante.
Poemas:
Una mochila.
La luna y una brújula guiando mi sendero.
Tu carita dibujada entre estrellas y luceros, que cosa tan bella.
Para muchos no soy nada pero soy feliz porque sé que tú me amas.
Sé que aún no hablas pero siento tus palabras esperando mi llegada,
eso me da fuerzas para seguir viviendo.
Por eso no me importa todo lo que estoy sufriendo.
De mis errores he aprendido, no soy un fugitivo lo único que quiero es estar allá contigo.
Mi verdadero amor: Maddy te amo por siempre
Antonio Romero Montoya
Un sueño, de un padre a su hijo.
Salí de mi país, Honduras, dejando a mi mujer embarazada.
Hice caso omiso de lo que me decían: en el camino asaltan, secuestran y matan.
No me detuvo.
Llegué a Veracruz, Tierras Aguas, lugar temido.
Vi a un padre con dos hijos, compartíamos el mismo destino.
Recuerdo, entre las nueve y diez de la noche un muchacho se paró sobre el tren,
las ramas asesinan, lo tiró del tren.
Consternado pensé en regresar, mi mujer embarazada: mi ánimo.
Una noticia hermosa: ¡mi hijo nace!
¡Seguiré!
La noche solía ser triste, lejano a mi familia, con Dios.
Cuídame, Dios, del tren, en un solo segundo podría perder mi vida, vigila a mis compatriotas que vienen atrás y los que van adelante.
México: el valle de muerte del migrante
Solo buscamos el bienestar para nuestras familias, no hacemos mal a nadie, vamos de pasada.
-Dios- bendice a los mexicanos siempre.
A todos mis hermanos salvadoreños, guatemaltecos, nicaragüenses y beliceños.
Dios esté con ellos.
Con amor a todos los padres y a los migrantes.
Juan Ramón Martínez. Honduras.
Una canción.
Señor quiero preguntarte ¿si lo que he vivido significa algo?
-Un hombre mutilado
-Mujeres violadas
¿En qué momento la masacre se convirtió en una aburrida noticia para la gente?
Señor, déjame ir contigo y cruzar las fronteras del mundo.
Señor aun no tengo mi visa, ni pasaporte.
Señor llévame contigo al cielo, soy un migrante, no me cobres cuota.
Señor, ayúdame.
Nuestro camino es una cacería sangrienta.
Nuestra sangre cubre las tierras mexicanas.
Nuestro destino, un secuestro y dolor para nuestras familias.
Señor aun no tengo mi visa, ni pasaporte.
Señor llévame contigo al cielo, soy un migrante, no me cobres cuota.
Señor, llévame en un tren rumbo al cielo y no me preguntes si tengo visa, no me asaltes, no me golpees solo eso te pido.
Ernesto y Vicente
Entre lágrimas y abrazos es difícil olvidar a mi viejecita que en mi casa tuve que dejar.
Aquel veintidós de marzo, no se olvidará
el viaje pareciera un cuento de nunca acabar.
Recuerdo aquella noche, lluvia y frio viajando en el tren, una pesadilla.
Hice una fogata, da algo de calor.
Extraño mi querido lugarcito, El Salvador, lo recuerdo con mucho amor.
Patria, patria que me ha dado amor, me reconforta el anhelo de volver a verte
sin embargo, tengo que huir de la muerte.
Luis Ángel Orellana Esquivel. El Salvador
El migrante de tierra lejana.
El migrante de tierra lejana camina andante y perseverante hacía una tierra distante y añorada.
Tiene la esperanza de algún día llegar sano a la tierra prometida que cambiara su destino, un migrante lejano.
Cada migrante sufre la nostalgia de dejar a su familia,
no importa cuántas lágrimas, penas y sufrimiento pase en su camino
el migrante seguirá adelante con la frente en alto sin perder el horizonte de su destino.
El norte es su esperanza para cambiar su vida,
Jesucristo ilumina su camino
el migrante lejano llegará a su destino.
Fernando. Nicaragua.
Era un 19 de abril, lo recuerdo bien, eran las nueve de la mañana.
Dejé a mi madre en un mar de lágrimas y a mis dos hermanas.
Mientras salía de la casa una de ellas se colgó en mis brazos mientras mi corazón se quebraba en mil pedazos.
Nos vemos con el coyote, llegando a la frontera migración nos detiene y es el principio de la corrupción del viaje, nos quitan todo.
Seguimos.
Llegamos a la casa del emigrante, gran alivio.
Es similar a nuestra casa, nos dieron comida, saciaron nuestra sed y nos brindaron donde dormir.
Que cosas tan lindas suceden en medio de la oscuridad.
Las personas que nos acompañaron en la casa, reciban bendiciones por brindarles un lugar a los que necesitan.
No solo de pan vive el hombre también de la palabra de Dios.
Rosa Marily Velásquez.
Si tú supieras.
Si tú supieras lo difícil que es caminar por este sendero
estar lejos de mi patria y de mi gente amada
no me perseguirías, me abrazarías y en mi llanto me acompañarías.
Si tú supieras
lo difícil que es sentirse solo mientras duermes en las vías
me dirías: lo siento mucho estoy contigo, seré tu amigo,
soy un solitario y para ti un extraño.
Tengo derecho de luchar por mi vida donde quiera porque al igual que tu
soy un ser humano.
Si Dios nos dijo: ámense como hermanos, que entre ustedes no exista división.
Si tú supieras de mí…
Si pudiera, cambiaría las fronteras y fuéramos libres para cruzar.
Junior.
Extracto del artículo Antes de pasar la frontera. Poesía de migrantes centroamericanos
(Revista Círculo de Poesía)