Y mañana dirás
aquella mujer disimulada
esa que late al fondo de las tablas…
sin parlamento ni figura,
tiene una cierta luz que aún me guía,
me reconozco tallando amargas lágrimas
en sus desnudos párpados.
Yo bajé hasta su frente un angustiado velo
acaricié sus muslos con mis manos,
cubiertas con la piel de otras manos
besé su boca mil veces, con boca de mentiras,
la amé sin amarla y abandoné su nombre
a la suerte del viento y las mareas.
Turbios de angustia sus ojos me reclaman
y el jergón de la ausencia le abraza cada día
hoy maldigo mi sombra que es su sombra maldita,
el verso que envenena su boca generosa.
Mujer mía y lejana todo en ti fue verdad
y en mi fue cobardía
sin embargo ya es tarde,
la muerte es una flor brotando entre tus pechos
que maldice y condena,
soy una mancha negra entre tus albas alas.
Alejandrina.