Amanecer en casa...[1] (Cruzada por la vida)
La mano de la aurora hizo trizas la noche,
cual una gigantesca bandada de pájaros,
se escondieron los miedos, los monstruos y demonios
atrás del ropero, del espejo y los retratos.
Unas avecillas golpearon mi ventana,
escapando, tal vez, de la voracidad del gato,
en la lejanía sonaba una campana,
mientras de la cocina se oía el chocar de platos.
Olores a tostadas, a carbón y a cocido,
que mi madre prepara quemando el azúcar,
ya se oyen los pasos de mi padre por el patio,
encendiendo su radio (aunque no la escucha).
Mi hermano se levanta para ir a su trabajo,
yo debo prepararme para ir al colegio,
todavía es temprano, pero quiero
conversar con mi madre un buen rato.
Quiero aprovecharla ahora que la tengo,
que me enseñe cosas, que me dé consejos
(de cómo ser mujer) o simplemente
que me cuente historias de tíos y abuelos...
Quiero aprovecharla ahora que la tengo,
(las madres de algunos otros ¡ya partieron!)
¡qué desaparezca la noche!, ¡qué se incendie el cielo!
¡Ay, madre, qué te quiero!
[1] En el marco de la “Cruzada por la Vida” en Poemas del Alma, luego de diez días de comenzada (he subido diez poemas mostrando maltrato o abandono), quiero mostrar hoy lo hermoso que es una familia donde no existe el maltrato, desde la óptica de una jovencita, con el ferviente deseo de toda niña que se convierte en mujer: Que sea su propia madre quien le enseñe las cosas (con amor) y no a golpes, por la vida o los malvados que encuentre en ella.