El principio aquel que “Se siembra lo que se cosecha” se puede tomar como moraleja para esta historia que la tomé de las enseñanzas de un maestro oriental en una clase a las que asistí en las que nos orientaban sobre el “Sentido de la vida”.
La historia se refiere a una familia de padre madre, hijo y abuelo. Las relaciones familiares normales entre padres e hijo pero se tornan distintas y difíciles con el abuelo, a quien lo tenían en un rincón de la casa, como si fuera un perrito con un platito en el suelo y una manta en el suelo como cama, casi n o dejaba que el pequeño se le acerque, por lo que miraba de lejos a su abuelito con ganas de jugar con él.
Un día el abuelo amaneció muerto, su hijo cogió sus pertenencias, el platito donde comía y la manta y lo puso en el bote de la basura y salió con su esposa a los servicios exequiales. Cuando regresó se dio cuenta que su pequeño había sacado el plato y la manta de la basura por lo que le increpó diciéndole: ¿Para qué has sacado eso de la basura, no ves que tu abuelo ya falleció? A lo que el hijo contestó: “lo guardaré para cuando tú estés viejo y yo tenga que ubicarte en en un rincón de mi casa”
Así de sencillo, pues eso es lo que el padre enseño a su hijo, la falta de amor, quizás a él le enseñaron lo mismo.
Cuan do veo viejitos abandonados en la calle pienso que quizás no tuvieron hijos o estos se casaron con personas sin amor y se dejen dominar, o, quizás sus hijos murieron antes y en el peor de los casos, trataron a sus hijos y demás familiares con indiferencia, SIN AMOR y eso quizás estén cosechando.
Hay que trabajar para el amor con amor, solo así podremos hacer un mundo donde reine el amor.