Soy el exiliado de algún sueño imposible.
Los abrazos
que acudieron como oficio de los dioses,
hoy son parcelas divididas dentro de mi pecho,
o
tiendas de pájaros madrugadores para la venta o resurrección.
Quítame este extraño traje de luto,
ampárame
hasta borrar el mendigo que hay en mí.
Ayúdame a verter mi pequeña cosecha
en una tierra que no sea minúscula,
que no duela el alma.
Has que la luz,
ahora velada,
me impulse a salir del pozo de silencios,
me cubra para obtener nuevas razones,
y yo pueda sostener, otra vez, tu cabeza magnífica en mis manos.
Ahora sueña mi nombre.
Dilo.
G.C.
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