En el silencio de la noche
llegan a mis oídos
los acordes de un violín.
Es una tenue melodía
que insta a mi alma
soñar, pasear y vivir,
quizás admirar tras la verja,
los hermosos rosales
que en años lozanos
mi madre plantó.
Quizás volver,
para admirar la vieja pileta,
que como muda testigo calla,
los viejos romances
que un día escuchó.
Junto a ella, enormes camelias
sobre la tierra umbrosa,
porque la luz del alba a este lugar...
Nunca ha de llegar.
Me he distanciado de la verja
un largo trecho...
La tenue melodía del violín
se ha ido junto al viento.
Dejé atrás los rosales
las camelias, la pileta y rododendros
frente a mí:
dos araucarias y un canelo
y palmeras que buscando la luz crecieron.
Las palmeras de otras tierras
con añoranzas vinieron
las araucarias y el canelo
para ti amada mía
de nuestra tierra nacieron.
Por el sur,
madreselvas y peinadas zarzamoras
señalan límite a mi paseo,
por el norte, la vieja verja
de fierro oxidado y feo.